Comunicado de Hoac, Joc y el MTC

ante el 1º de Mayo de 2012

"MIRAR LA REALIDAD CON ESPERANZA"

 

     El  1º de Mayo es para nuestros movimientos tiempo de reflexión y discernimiento, de renovación del  compromiso y de celebración de nuestra fe en el acontecer del mundo obrero y del trabajo.

     Como parte de la Iglesia, debemos discernir desde el Evangelio los signos de los tiempos. Un discernimiento que a nosotros, movimientos de Acción Católica en el mundo obrero y del trabajo, nos hace preguntarnos  cómo se anuncia y manifiesta la salvación de Dios en la realidad social que hoy vive el mundo del trabajo y qué es lo que está truncando su proyecto de fraternidad y justicia universal.  ¿Hay hoy día buenas noticias para las personas empobrecidas?

     Nuestro discernimiento nos debe ayudar a descubrir lo que en el actual contexto histórico, en las condiciones de vida y trabajo de tantas familias, existe como freno y ocultamiento del Reino de Dios, para transformar la realidad y colaborar a construir humanidad. Es la vida humana, lo más importante para Dios, lo que está en juego.

     La pobreza, agravada por la crisis actual y por la mercantilización y precarización del trabajo, es un signo de la negación de Dios porque niega a la persona humana.  Las causas de la crisis económica que padecemos y las distintas políticas que, desde hace años se vienen poniendo en marcha, siguen profundizando en una desigualdad estructural que sufre el mundo obrero y del trabajo, especialmente las personas más débiles: desempleadas, jóvenes, mujeres, inmigrantes...

      Las reformas laborales, la reforma de las pensiones, las políticas de austeridad presupuestaria y de reducción en gastos sociales, la búsqueda de la competitividad a través de una devaluación interna de las condiciones de vida y trabajo de la ciudadanía, además de no contar con el respaldo de toda la comunidad política y económica, dentro y fuera de nuestras fronteras, siguen ahondando en un modelo social, profundamente inmoral. Así se niega el principio básico de humanidad que Juan Pablo II reclamaba: “las necesidades de los pobres deben tener preferencia sobre los derechos de los ricos; los derechos de los trabajadores, sobre el incremento de los beneficios”. (Toronto, 14 de septiembre de 2004).

     Nuestra experiencia de encuentro con Jesucristo Resucitado nos hace mirar también la realidad con esperanza. En ella encontramos muchos signos que anuncian el Reino de Dios y su justicia. La vida de muchos hombres y mujeres del trabajo, de los jóvenes, sus ansias de justicia y de dignidad, sus experiencias de lucha y solidaridad, de organización y de cooperación, el reclamo de otro mundo posible, de parroquias y comunidades cristianas enraizadas en barrios obreros, de muchos militantes obreros cristianos, son testimonio de resurrección.

     Este 1º de Mayo es también para nosotros un tiempo de acción evangelizadora y de compromiso transformador. Por eso, muchas y muchos de nosotros, estaremos presentes en los actos y/o manifestaciones que en ese día reclaman derechos sociales y laborales, porque entendemos que son un deber de justicia.  

     La experiencia del amor de Dios en nosotros queremos convertirla en amor a nuestros hermanos, compañeros y compañeras del mundo obrero y del trabajo al que pertenecemos. Un amor del que no podemos separar la lucha por la justicia. 

    Es tiempo, por tanto, de la caridad política que se ha de plasmar:

- En formas de vida, personal y comunitaria, que propongan y hagan visibles estilos de vida alternativos, austeros, sostenibles y solidarios.

- En compromiso en las organizaciones del mundo obrero, para que éstas coloquen en el centro de sus reivindicaciones y proyectos a los sectores más empobrecidos.

- En denuncia de las políticas que generan desigualdad y rompen la vida humana y el desarrollo del trabajo como principio de vida.

- En gestos que prioricen la preocupación por el mundo del trabajo en las planificaciones de nuestras Iglesias diocesanas.

- En la difusión y fidelidad de los principios y orientaciones que la Doctrina Social de la Iglesia propone. Así ayudaremos a la sociedad a encontrar respuestas éticas a la actual crisis que vivimos.

     Esta acción y compromiso son fundamentales para ofrecer a Jesucristo como Buena Noticia en el mundo obrero y del trabajo, como propuesta de vida personal y social.

     Por último, este 1º de Mayo es, también para nuestros movimientos, un tiempo de celebración de nuestra fe en el acontecer de nuestras vidas de trabajadores. En todas las diócesis españolas se llevarán a cabo Eucaristías, vigilias de oración, encuentros… donde celebraremos que Cristo sigue acompañando nuestras vidas y nuestras luchas, sigue acompañando al mundo obrero y del trabajo que sigue friendo.


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Noticias Obreras nº 1534 (Abril-2012)

El trabajo es para la vidas

 

     El 28 de abril es el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Las cifras sobre siniestralidad y enfermedades laborales muestran una realidad trágica y escandalosa, uno de los mayores atentados contra la vida. Cada año 337 millones de personas son víctimas de accidentes de trabajo y más de 2.300.000 personas mueren por accidentes y enfermedades laborales. 6.300 muertes cada día. En España, de media, dos personas mueren cada día y otras 15 resultan gravemente heridas.

    ¡Cuántas familias destrozadas! ¿Por qué? Porque en demasiadas ocasiones las condiciones de trabajo son indecentes y totalmente inseguras. No están organizadas en función de las personas sino solo de la obtención de la mayor rentabilidad, en muchos casos con absoluto desprecio de las personas. Esta radical inversión del justo orden de valores es una estructura de pecado, un crimen contra la humanidad. Porque con una organización del trabajo que respetara los derechos de los trabajadores se evitarían la inmensa mayoría de estas muertes. Como dice el Director General de la Organización Internacional del Trabajo, «es una cuestión de respeto a la dignidad del ser humano mediante el respeto de la dignidad del trabajo». Este atentado contra la vida es un signo evidente del empobrecimiento y vulnerabilidad del que son víctimas cientos de millones de trabajadores en el mundo.

     El 28 de abril también es un signo del esfuerzo y la lucha cotidiana por condiciones decentes de trabajo y por acabar con tantas muertes. Sin esa lucha cotidiana, que no siempre es reconocida como merece, protagonizada sobre todo por los sindicatos, la situación sería sin duda peor. Esa lucha cotidiana salva muchas vidas. Es un signo precioso de la defensa de la vida y de la dignidad de las personas. También es ocasión para que no caigan en el olvido ni tantas muerte violentas ni tantas vidas destrozadas. Porque gran parte de esta realidad de los accidentes y enfermedades laborales y sus efectos sobre personas y familias sigue pasando desapercibida. No se da la debida importancia a un problema tan grave.

     También desde la HOAC y muchas Delegaciones Diocesanas de Pastoral Obrera participamos en el esfuerzo cotidiano por combatir esa injusta situación. Lo hacemos con nuestra labor como trabajadores en los lugares de trabajo y participando en la acción de los sindicatos; con campañas, actividades y acciones dirigidas a despertar la, muchas veces dormida, conciencia social y eclesial; con gestos públicos de denuncia y sensibilización; con la cercanía, acompañamiento y apoyo a las familias de las víctimas…

     Pero es evidente que es mucho lo que queda por hacer y que estamos urgidos a redoblar los esfuerzos para hacer efectivo el derecho de todos los trabajadores y trabajadoras a condiciones dignas de trabajo, en particular a ambientes y condiciones de trabajo saludables y que no atenten contra la integridad ni física ni psíquica de las personas. La defensa de la vida y de la dignidad de las personas, también en el trabajo, es una grave responsabilidad social. Todos somos responsables de defender la vida y la dignidad en el trabajo: personas, organizaciones sociales, empresas, instituciones políticas… Y necesitamos hacer mucho más en ese sentido.

     Los cristianos y las comunidades eclesiales tenemos una especial responsabilidad en ello, haciendo verdad lo que proclamaba el Papa Juan Pablo II en la encíclica «El Evangelio de la vida»: «Toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe (…), la compromete en su misión de anunciar el Evangelio de la vida». «El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad propiamente eclesial, que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana» (EV, 3 y 79).

 


La Hoac y la Joc

ante la Huelga General del 29 de Marzo

     Las organizaciones sindicales han convocado una huelga general el próximo 29 de marzo para pedir al Gobierno de España la retirada de la recientemente aprobada reforma laboral que ha sido adoptada sin acuerdo con los sindicatos,  y contra los recortes en derechos sociales.
 
     La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana  (JOC) queremos, desde nuestro ser Iglesia y nuestra misión evangelizadora en el mundo obrero y del trabajo, ofrecer una reflexión ante este hecho. Creemos que, aun siendo legítimo el Gobierno y la representación parlamentaria actual surgida de las urnas y, por tanto, las decisiones que en dicho parlamento se acuerden, la sociedad civil puede manifestar y orientar, desde su opinión y acción pacífica, las medidas que el poder legislativo y ejecutivo lleven a cabo. Especialmente cuando muchas de ellas no han sido fruto de la negociación y el consenso entre los distintos agentes sociales, en un momento en el que la realidad socioeconómica y las cifras de desempleo demandan políticas y reformas estructurales.
 
     En este sentido, la HOAC y la JOC  hicimos pública el pasado 16 de febrero nuestra valoración de la reforma laboral. Nos parece injusta y rechazable, porque constituye un duro golpe al derecho laboral y a los derechos de las personas y familias trabajadoras. Los recortes en derechos laborales y sociales que se están imponiendo son injustos y completamente injustificados. Estas decisiones afectan al conjunto de la sociedad pero, de manera más lesiva, a los sectores más débiles y empobrecidos del mundo del trabajo.

     Consideramos que esta reforma, como otras anteriores, parte de un mal planteamiento: pretende someter los derechos de los trabajadores y trabajadoras a las exigencias de la economía, cuando lo justo y lo humano es lo contrario, ordenar el funcionamiento de la economía desde los derechos de las personas trabajadoras (cf. Juan Pablo II, “Laborem Exercens”, 17; Concilio Vaticano II, “Gaudium et spes”, 67). En otras palabras, como nos recuerda el catecismo de la Iglesia (2425): “La regulación de la economía únicamente por la ley de mercado quebranta la justicia social, porque «existen numerosas necesidades humanas que no pueden ser satisfechas por el mercado» (CA 34). Es preciso promover una regulación razonable del mercado y de las iniciativas económicas, según una justa jerarquía de valores y con vistas al bien común.”
 
     Como siempre que se produce una convocatoria de huelga, recordamos que “La doctrina social reconoce la legitimidad de la huelga «cuando constituye un recurso inevitable, si no necesario para obtener un beneficio proporcionado », después de haber constatado la ineficacia de todas las demás modalidades para superar los conflictos. La huelga, una de las conquistas más costosas del movimiento sindical, se puede definir como el rechazo colectivo y concertado, por parte de los trabajadores, a seguir desarrollando sus actividades, con el fin de obtener, por medio de la presión así realizada sobre los patronos, sobre el Estado y sobre la opinión pública, mejoras en sus condiciones de trabajo y en su situación social. También la huelga, aun cuando aparezca « como una especie de ultimátum », debe ser siempre un método pacífico de reivindicación y de lucha por los propios derechos; resulta « moralmente inaceptable cuando va acompañada de violencias o también cuando se lleva a cabo en función de objetivos no directamente vinculados con las condiciones del trabajo o contrarios al bien común »” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 304). 
 
     Entendemos que la convocatoria de la huelga general está justificada en defensa de los derechos de las personas y familias trabajadoras, y es expresión de las legítimas funciones sociales que corresponden a los sindicatos.
 
     Más allá de la diversidad de opiniones que pueda existir sobre la convocatoria de esta huelga general, nos preocupa la manera en que algunos sectores sociales y políticos pretenden deslegitimar la acción de los sindicatos. En este sentido queremos manifestar lo siguiente:
 
1º.- El objetivo que plantean los sindicatos con la convocatoria de la Huelga General es legítimo, y, además, está expresamente reconocido por la Constitución Española como un derecho fundamental de la ciudadanía (art. 28).
 
2º.- Dicho objetivo es también justo: siempre es justo reclamar diálogo social, negociación y búsqueda de acuerdos para cualquier decisión política, mucho más si afecta a derechos fundamentales de las personas, como ocurre con la reforma laboral.
 
3º.- El recurso a la huelga, que debe ejercerse con prudencia, responsabilidad y de forma pacífica, forma parte de la normalidad de un sistema democrático. Esto supone, por parte de los sindicatos y de los trabajadores desarrollar comportamientos pacíficos, así como por parte de los empresarios, no coaccionando éstos a sus trabajadores por participar en la huelga ni tomando represalias, en ningún momento, contra ellos.  Es preciso, también, una actitud no violenta de los medios de comunicación social ateniéndose a criterios de objetividad, justicia y verdad; la manipulación informativa  es una agresión violenta que hemos de rechazar.
 
4º.- Consideramos que los sindicatos necesitan mejorar su funcionamiento y acción, especialmente en la organización y defensa de los sectores más empobrecidos y vulnerables. Pero también reconocemos que desempeñan de hecho un papel fundamental en la defensa de la dignidad de las personas, con lo que realizan una función social esencial (tal como reconoce el art. 7 de la Constitución Española). Como parte de la Iglesia en el mundo obrero y del trabajo queremos recordar, además, que la Doctrina Social de la Iglesia considera a los sindicatos un bien social: “son un elemento indispensable de la vida social (…) son un exponente de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres del trabajo (…) un factor constructivo de orden social y de solidaridad” (“Laborem exercens”, 20). Por eso, “las organizaciones sindicales tienen el deber de influir en el poder público, en orden a sensibilizarlo debidamente sobre los problemas laborales y a comprometerlo a favorecer la realización de los derechos de los trabajadores” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 307). Desde esta perspectiva, Benedicto XVI ha insistido recientemente en que en la actual situación, cuando se están poniendo en peligro derechos fundamentales de las personas y la solidaridad social, los sindicatos son más necesarios que nunca (cf. “Caritas in veritate”, 25).

 

La Hoac y la Joc ante la nueva reforma laboral

 

  Comunicado conjunto.

     La Juventud Obrera Cristiana y la Hermandad Obrera de Acción Católica, como parte de la Iglesia en el mundo obrero y del trabajo, ofrecemos esta reflexión ante la aprobación por el Consejo de Ministros de una nueva reforma laboral.

     Nos encontramos con la 16ª reforma del mercado de trabajo en democracia. Hasta ahora las sucesivas reformas laborales llevadas a cabo por los gobiernos, de uno u otro signo político, bajo el pretexto de modernizar y flexibilizar dicho mercado laboral, han transformado la concepción y función del trabajo asalariado en nuestra sociedad y están socavando los derechos de las personas trabajadoras y de sus familias.

Estas reformas siempre se han presentado como una necesidad para combatir el desempleo, pero sólo han conseguido:

  • - incrementar el empleo temporal, especialmente para los jóvenes;

  • - diversificar las modalidades de contratación a la carta;

  • - abaratar el coste del despido;

  • - reducir el crecimiento de los salarios;

  • - devaluar lo público (sevicios sociales, eduación y sanidad).

En definitiva, han profundizado en el trabajo precario y en el empobrecimiento de las familias trabajadoras. Un ejemplo lo tenemos en los años de crecimiento económico anteriores a la actual crisis: aún creándose riqueza y empleo, estos no sirvieron para disminuir la pobreza en nuestro país.

Ninguna reforma ha estado orientada hacia la expansión de un empleo decente como Benedicto XVI reclama en la encíclica Caritas in veritate. Los derechos que emanan de un trabajo a la altura del ser humano no pueden estar subordinados a las exigencias económicas. Es la economía la que debe orientarse a las necesidades de las personas y de sus familias; es el ser humano el centro de la actividad económica y laboral. El respeto a la dignidad del trabajo, vinculado a la dignidad de la persona, es y debe ser el criterio central de una economía orientada por “una ética amiga de la persona”. (Benedicto XVI, Caritas in veritate, 45)

Esta nueva reforma es otra agresión al trabajo humano como principio de vida. Creemos que una reforma laboral que pretende ser completa y marcar un antes y un después en las relaciones laborales, no puede hacerse sin el suficiente consenso social entre las personas trabajadoras y el colectivo empresarial. Y tendría, además, que responder a las necesidades de las familias trabajadoras y no a las exigencias impuestas por los mercados financieros, las grandes empresas, las instituciones comunitarias y los organismos económicos internacionales.

Esta reforma laboral es una vuelta de tuerca más para flexibilizar el mercado de trabajo:

- Quiebra el derecho constitucional a la negociación colectiva y a la capacidad organizativa de los trabajadores –no existe negociación real de los trabajadores en el ámbito de la empresa cuando el 95% del tejido productivo español está compuesto por empresas de menos de 50 trabajadores. Este Real Decreto contempla la fractura de la cohesión social al habilitar la “caducidad” de los convenios colectivos desincentivando cualquier negociación entre las partes.

- Facilita y abarata la expulsión del mercado de trabajo: quita trabas al despido por causas económicas; rebaja la indemnización del improcedente (pasando a 33 días por año trabajado, con un máximo de 24 mensualidades) y elimina la autorización administrativa para poder llevar a cabo los expedientes de regulación de empleo. Los contratos indefinidos con esta nueva regulación tampoco tendrán, como los temporales, condición de estabilidad.

- Abre el camino para ajustar los salarios a la productividad. Con esta reforma, los salarios de los trabajadores más débiles van a depender de la voluntad unilateral del empresario.

- Dificulta, cuando no impide o precariza, el empleo juvenil. Más del 80% del empleo destruido por la crisis corresponde a empleo juvenil. El nuevo contrato de trabajo indefinido, especialmente para jóvenes (también para desempleados de larga duración), dirigido a las empresas de menos de 50 trabajadores, se puede convertir, más que indefinido, en un contrato temporal sin causa justificada. Estas nuevas modalidades de contratación y regulación ponen en serio peligro, aún más, la estabilidad presente y futura de la mayor parte de la juventud.

No compartimos la individualización de las relaciones laborales que propone esta reforma. Recordamos a nuestros gobernantes que el trabajo es una experiencia comunitaria y que una de las funciones de la empresa, según la Doctrina Social de la Iglesia, es favorecer la comunitariedad. Todo lo que suponga la individualización, dar prioridad a los intereses personales frente a los colectivos, significa romper la vocación a la comunión del ser humano

No es lícito eliminar derechos y protección de las personas trabajadoras con el argumento de combatir el desempleo y de reducir la temporalidad, cuando han sido las políticas económicas de los últimos gobiernos las que han provocado que haya un tejido productivo tan débil y un empleo tan precario.

No podemos seguir flexibilizando  las relaciones laborales sin garantizar la seguridad de una vida digna para las personas trabajadoras y sus familias. Y esta reforma se lleva a cabo en un contexto de quiebra del Estado de bienestar, de reducción del sector público y de recortes de los servicios y prestaciones sociales sin precedentes.

Esta reforma rompe el débil equilibrio conquistado históricamente entre capital-trabajo, alejándose del principio siempre defendido por la Iglesia de la prioridad del trabajo frente al capital. Además, supone un nuevo golpe al Derecho Laboral limitando su capacidad de frenar la creciente mercantilización y “cosificación” del trabajo humano. Consideramos que este gobierno ha aprovechado el estado de quietud y miedo de la mayor parte de la ciudadanía, para eliminar viejas conquistas laborales y aspiraciones conseguidas tras muchas luchas de tantas personas a lo largo de la historia.

Los retos actuales que atraviesa la economía española requieren medidas políticas concertadas en el ámbito internacional que subordinen la economía financiera a la economía productiva. Es preciso, como ha pedido insistentemente Benedicto XVI y el Pontificio Consejo Justicia y Paz, una reforma del sistema financiero internacional. Esta reforma supondría avanzar en justicia social y comunión de bienes, redistribuyendo efectivamente la riqueza existente; controlar la economía especulativa y frenar el desmedido afán de lucro, en lugar de eliminar derechos. Este es el camino que puede generar riqueza orientada a la creación de empleo decente y con derechos, y a disminuir la pobreza.

Como Iglesia en el mundo obrero, en las actuales circunstancias, pedimos a las autoridades políticas, a los agentes sociales y económicos, al conjunto de los trabajadores y de la sociedad, y especialmente a los cristianos y cristianas, que caminemos juntos, con la intención de eliminar las causas que han generado esta crisis económica y, al mismo tiempo, superemos las estructuras económicas y sociales injustas que tanto sufrimiento, deshumanización y pobreza están provocando a las personas.

También instamos a los partidos políticos a corregir y reorientar, en el proceso parlamentario, esta reforma laboral poniendo en el centro de la misma el trabajo decente y con derechos y, al mismo tiempo, animamos a participar en las iniciativas y movilizaciones que se convoquen por parte de las organizaciones eclesiales, sociales y sindicales que ayuden a tomar conciencia y revertir esta situación tan lesiva para las personas trabajadoras y sus familias.

 


Noticias Obreras nº 1533 (Marzo-2012)

Un cambio cultural

para la igualdad

 

     Al final de su encíclica «El Evangelio de la Vida», Juan Pablo II señala que el cuidado de la vida necesita un profundo cambio cultural que «exige a todos el valor de asumir un nuevo estilo de vida que se manifieste en poner como fundamento de las decisiones concretas… la justa escala de valores: la primacía del ser sobre el tener, de la persona sobre las cosa» (EV, 98). Este cambio cultural es muy importante en la perspectiva de lo que significa el 8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora.

     El 8 de Marzo es un valioso signo de la lucha por la igualdad de derechos y deberes de hombres y mujeres, una importante expresión de la lucha por la afirmación de la dignidad humana desde la diversidad. El mundo obrero y del trabajo es un ámbito fundamental de esta lucha, porque en él se sufre con dureza el empobrecimiento. Muchas mujeres del mundo obrero y del trabajo, con empleo o sin él, están en esa situación de empobrecimiento y vulnerabilidad por las injustas desigualdades de las que son víctimas.

     Hoy, cuando se está imponiendo un duro retroceso en los derechos laborales y sociales de las personas con el pretexto de la crisis, cuando se está sometiendo cada vez más la vida de trabajadores y trabajadoras a las exigencias de la mayor rentabilidad económica (como acaba de ocurrir con la reforma laboral), esta lucha por la igualdad es especialmente importante. Porque las mujeres, por su situación de mayor empobrecimiento y vulnerabilidad, sufren más ese retroceso de los derechos laborales y sociales.

     Precisamente, uno de los mayores enemigos de la igualdad y de la dignidad humana es la mercantilización de la vida que domina nuestra sociedad. Una mercantilización que tiende a poner precio a todo y que da menos valor social, o ninguno, a lo que no tiene precio de mercado (cuando no lo penaliza por considerarlo un obstáculo para la rentabilidad económica). Este hecho es especialmente negativo para las mujeres. Porque las mujeres han asumido históricamente una función de enorme valor social pero habitualmente sin precio y, por tanto, considerada de segundo rango: las tareas de cuidado de la vida, sobre todo en el ámbito familiar. Las mujeres trabajadoras tienen muchas veces que elegir entre empleo y tareas de cuidado, o compaginar ambas con la sobrecarga que supone, o teniendo otras mujeres que hacerse cargo de las tareas de cuidado a cambio de un salario con frecuencia muy bajo. No debería ser así, pero lo es en el actual esquema cultural.

     Para avanzar en la igualdad necesitamos un profundo cambio cultural para combatir la mercantilización y conquistar socialmente el valor del cuidado de la vida. A un alto coste las mujeres han cultivado y conservado el valor del cuidado. Pero el cuidado de la vida no es algo exclusivo de las mujeres. Hombres y mujeres necesitamos vivirlo, como sujetos y destinatarios, porque es una necesidad humana fundamental. Y lo es en todos los ámbitos de la vida: en la familia, en las relaciones interpersonales, en las relaciones de trabajo, en la relación con la naturaleza, en la vida social, en la acción política… No podemos vivir humanamente sin cuidar los unos de los otros y del mundo en que vivimos.

     En palabras de la teóloga Lucía Ramón, «necesitamos articular la justicia y el cuidado, el sentido de la justicia y el sentido de la gratuidad, en los sujetos femeninos y masculinos dejando atrás las dicotomías y las jerarquizaciones del modelo patriarcal de sujeto y “sujeta”. Y esa revolución antropológica requiere y ha de plasmarse en nuevas estructuras sociales y políticas, porque, como nos ha enseñado el feminismo en los últimos decenios, lo personal es político. Debemos caminar hacia un nuevo contrato social capaz de crear la sociedad del cuidado». Y para ello, «varones y mujeres necesitamos una revolución del sentir en clave feminista para crecer a imagen y semejanza de Dios en el amor y para hacer este mundo más habitable».


Noticias Obreras nº 1532 (Febrero-2012)

 

 El trabajo, centro de la ética económica

    Tenemos sobre la mesa otra reforma laboral. Una vez más se dice que es necesaria para afrontar la situación económica y crear empleo. ¿Cuántas veces hemos oído ese mismo argumento que siempre se ha demostrado falso? La sucesivas reformas laborales ni han creado empleo ni lo han hecho más decente. Al contrario, han precarizado cada vez más el empleo y han empobrecido a muchas familias trabajadoras. Porque, como la actual, han partido del mismo mal planteamiento: pretender adaptar las condiciones de trabajo y la vida laboral de las personas a las exigencias de «la economía» para incrementar la rentabilidad del trabajo y aumentar los beneficios. Pero esa no es la solución, es el problema.

    Se habla de «la economía» como si fuera un sujeto. Pero no lo es. Sujetos son las personas, los grupos sociales, las instituciones…, que toman decisiones y orientan el funcionamiento de la economía. Hablar de «la economía» como sujeto es una forma de encubrir la realidad, de ocultar intereses, de eludir responsabilidades, presentándola como algo natural o inexorable a lo que no hay más remedio que adaptarse. Pero la economía, como todo lo que es resultado de decisiones y acciones humanas, tiene un carácter ético, es moral o inmoral, humana o inhumana, según cómo se oriente. Y este es el meollo de la cuestión: «La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona» (Benedicto XVI, «Caritas in veritate», 45).

    Pero, ¿qué es una ética amiga de la persona en la vida económica?, ¿qué es lo que hace que el funcionamiento de la economía sea ético? En la Iglesia pensamos que la clave está en que la persona sea, de verdad, sujeto y fin de la economía, que ésta se oriente al servicio de las necesidades humanas, que esté sometida a fines sociales de justicia. Para ello es esencial la forma en que es tratado el trabajo. El respeto a la dignidad del trabajo, vinculado a la dignidad de la persona, es criterio central de la ética en la economía. Por eso, son principios básicos de humanidad para el funcionamiento de la economía:

    1º.- Reconocer que el trabajo no es una cosa, una mercancía, sino una realidad unida al mismo ser de la persona: «El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su sujeto (…): el trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo» (Juan Pablo II, «Laborem exercens», 6).

    2º.- Respetar la prioridad del trabajo sobre todos los demás elementos de la economía. El trabajo es mucho más que un valor económico, pero es también el primer y mayor valor económico: «El trabajo humano (…) es muy superior a los restantes elementos de la vida económica, pues estos últimos no tienen otro papel que el de instrumentos» (Concilio Vaticano II, «Gaudium et spes» 67).

    3º.- Organizar siempre el trabajo en función de la persona, porque es la economía la que debe adaptarse a las necesidades de las personas y no al revés: «El conjunto del proceso de producción debe, pues, adaptarse a las necesidades de la persona» (GS, 67).

    4º.- Reconocer y hacer realidad en el funcionamiento de la economía los derechos de los trabajadores y sus familias: «Cuando se trata de determinar una política laboral correcta desde el punto de vista ético (…) tal política es correcta cuando los derechos objetivos del hombre del trabajo son plenamente respetados (…) La realización de los derechos del hombre del trabajo no puede estar condenada a constituir solamente un derivado de los sistemas económicos, los cuales (…) se dejen guiar sobre todo por el criterio del máximo beneficio. Al contrario, es precisamente la consideración de los derechos objetivos del hombre del trabajo (…) lo que debe constituir el criterio adecuado y fundamental para la formación de toda la economía» (LE, 17).

    ¿Para cuándo una reforma de la economía que busque hacer realidad estos principios de humanidad?

 

Noticias Obreras nº 1531 (Enero-2012)

 

 Los derechos sociales, un deber de justicia

     Valorando la situación que nos ha llevado a la actual crisis económica y social, Benedicto XVI, en «Caritas in veritate» (n. 25) afirma que el funcionamiento de una economía enferma y las decisiones políticas que se han tomado están deteriorando las condiciones laborales y debilitando las redes de protección social, con «grave peligro para los derechos de los trabajadores, para los derechos fundamentales del hombre y para la solidaridad». Y hace un llamamiento a recordar y poner en práctica un principio fundamental de la ética social: «el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad».

     Las políticas que se vienen practicando desde hace años, y las que se están aplicando con la crisis, suponen un grave retroceso en el reconocimiento práctico de los derechos sociales. El olvido del principio básico de humanidad que subraya Benedicto XVI, o mejor, su negación al haber puesto en primer lugar la búsqueda del enriquecimiento, es la causa de la actual situación. Por eso, es muy oportuno recordar hoy algunas cosas.

     Los derechos sociales de las personas son una parte muy importante de los derechos humanos, vinculados a la dignidad de los seres humanos. Todas las personas, sólo por el hecho de serlo, tienen derecho a la educación, a la sanidad, a una pensión digna para la vejez, a prestaciones sociales adecuadas a cada situación personal y familiar, a prestaciones suficientes en caso de desempleo, a unas condiciones dignas de trabajo, etc. Sin el reconocimiento práctico de los derechos sociales nos resulta más difícil realizar nuestra humanidad.

     Los derechos sociales son una conquista, alcanzada con mucho esfuerzo y sacrificio. Una conquista lograda en la lucha por la dignidad de las personas. El reconocimiento de los derechos sociales (aún hoy logrado sólo para una pequeña parte de la humanidad) ha encontrado, siempre, mucha resistencia por parte de los más poderosos económicamente. Por dos razones: porque un trabajador con derechos sociales es una persona más libre, a la que es más difícil explotar y obligar a trabajar como sea para sobrevivir; porque los derechos sociales necesitan financiación y el dinero destinado a hacer efectivos los derechos sociales es dinero que no va a los beneficios económicos privados.

     El reconocimiento de los derechos sociales es el resultado de decisiones políticas para dedicar recursos sociales suficientes al ejercicio de los derechos de las personas. Responden a una opción política en el modo de distribuir la riqueza social. Son, pues, una conquista de los empobrecidos que hace avanzar la justicia en la vida social.

     Por eso, el reconocimiento práctico de los derechos sociales sirve de termómetro de la calidad democrática de una sociedad, porque mide también el grado de aplicación de la justicia. Y al contrario, su retroceso devalúa la dignidad humana, arruina los logros alcanzados por las personas empobrecidas, reduce la equidad en la distribución de los bienes, degradada la democracia y restringe la libertad de las personas.

     Es preciso afirmar con fuerza en el momento actual que la defensa y la extensión de los derechos sociales es un deber de justicia. Deber vinculado a la afirmación de un principio básico de humanidad, el destino universal de los bienes, que Juan Pablo II concretó de una forma que tiene hoy un gran valor para orientar nuestra vida y acción: «Las necesidades de los pobres deben tener preferencia sobre los deseos de los ricos; los derechos de los trabajadores, sobre el incremento de los beneficios» (Toronto, 14 de septiembre de 2004).

 

Navidad - 2011

 
 

     Con la luz y el calor que el Niño de la Esperanza pone en medio de la noche, os deseamos una Feliz Navidad y entusiasmo para el año que comienza pues con su resplandor y nuestras manos estamos segurísimos de que la Humanidad es imparable.

 

Noticias Obreras nº 1530 (Diciembre-2011)

 

 El hambre como pecado cultural

 

    Mientras los mercados nos llevan de sobresalto en sobresalto y seguimos comentando el resultado de nuestras pasadas elecciones, el hambre y la miseria en el mundo y entre nosotros siguen creciendo. ¿No hay recursos suficientes para todos?

     «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno» (CA, 31). Pero según la FAO, 25 mil personas mueren de hambre cada día y 6 millones de niños menores de 5 años mueren cada año, 11 por minuto.

     «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno». Pero la producción de las 500.000 toneladas de armas químicas capaces de destruir 60 mil millones de hombres, almacenadas en la ex-Unión Soviética, costó alrededor de 200 mil millones de dólares, y su destrucción costará otro tanto.

     «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno». Pero el Premio Nóbel de Economía, Joseph E. Stiglitz, ha denunciado en su libro «Una guerra de 3 billones de dólares: Los gastos reales del conflicto en Irak», la barbaridad que supone el gasto de esta guerra cruel e innecesaria. Tres billones de dólares es mucho dinero.

     «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno». Pero en el año 2000, los especuladores dedicaron 5 mil millones de dólares a «jugar» con los precios de los alimentos. A mediados de 2008, cambiaron el ladrillo por los alimentos y esta especulación alcanzó los 300 mil millones. No tenemos los datos actuales, pero sí sabemos que las cosechas de los próximos años, las que aún no se han sembrado, están siendo compradas y vendidas cada día a precios especulativos, a unos precios que los que mueren de hambre jamás podrán pagar.

     La codicia de los poderosos, la desidia de los gobiernos y la pasividad de las personas cambian el Plan de Dios. Codicia, desidia y pasividad que son cubiertas y disimuladas por todo un entramado de leyes, costumbres, instituciones y normas que establecen la enorme distancia que hay entre la magnitud del problema y lo que cada persona, cada gobierno y la misma comunidad internacional pueden hacer para resolverlo. Hay tantos problemas para resolver el problema que se termina sin hacer nada relevante y lamentándose de la situación. Pero no es verdad, no hay ni tanta distancia ni tantos problemas, hay excusas, falta de voluntad para gastar dinero en salvar vidas humanas en lugar de gastarlo en salvar a los especuladores. «Son frecuentes, nos dice Benedicto XVI, los intentos de justificar los comportamientos y omisiones dictados por el egoísmo y por objetivos e intereses particulares».

     Este entramado de leyes, costumbres, instituciones y normas forma parte de nuestra cultura, que nos presenta un problema terrible, ante el que hay que lamentarse, pero sin solución posible, luego tenemos que convivir con él. Este es nuestro pecado cultural: estamos obligados a mantener una postura estética, pero no ética. La tradición de la Iglesia es más rotunda: si no alimentas al que muere de hambre, lo matas.

     Es necesario, por tanto, evangelizar la cultura para humanizarla, «redescubrir aquellos valores inscritos en el corazón de cada persona y que desde siempre han inspirado su acción: el sentimiento de compasión y de humanidad hacia los demás, el deber de la solidaridad y el compromiso por la justicia, han de volver a ser la base de toda actividad, incluidas las que lleva a cabo la Comunidad internacional» (Benedicto XVI)

 

 

Reflexión de la HOAC ante

las elecciones del 20-N

     Las elecciones siempre son un momento importante en el desarrollo de la vida democrática. Pero estas elecciones, el próximo 20 de noviembre, son especialmente importantes, dada la situación en que se encuentra nuestra sociedad. En particular, por el sufrimiento que la crisis económica y las políticas que se están llevando a cabo están provocando en tantas familias trabajadoras.
     Desde la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), como movimiento eclesial en el mundo obrero y del trabajo, pensamos que estas elecciones deben servir para expresar con nuestro voto la necesidad de cambiar de raíz la orientación de las decisiones políticas que se están tomando desde hace muchos años, tanto con gobiernos del PP como del PSOE y, particularmente, las decisiones que se están llevando a cabo para hacer frente a la crisis… 
   Está en juego el propio futuro de la democracia, el respeto y la promoción de los derechos sociales de personas y familias, las conquistas alcanzadas con muchos años de luchas y sacrificios (derechos laborales, servicios públicos…), la posibilidad de un futuro justo y humano, y, sobre todo, los derechos de las personas empobrecidas. En definitiva, la vida de las personas en todas sus etapas y circunstancias.
 
   Como dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica “Caritas in veritate”: “El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad” (n25).
   Y creemos que este principio fundamental para la justicia y la dignidad en la vida social, no se está teniendo en cuenta en muchas de las decisiones políticas que se están tomando.
    Es verdad que el cambio de orientación de las decisiones políticas, no depende sólo de las próximas elecciones.
 
  Depende también de cómo nos situemos en nuestra vida cotidiana, de qué reivindicaciones planteemos, de qué compromisos asumamos, de cómo nos hagamos, o no, responsables de la vida social en los distintos ámbitos en que nos movemos…
Depende, en definitiva, de sobre qué valores, formas de vida y principios queremos construir nuestra sociedad.
 
  Situados en este horizonte, queremos ahora centrarnos en lo que está en juego en las próximas elecciones. Durante años se han tomado decisiones que han desviado cada vez más recursos sociales desde la economía productiva real y la inversión del Estado, hacia una economía financiera especulativa, que produce ganancias económicas mayores y más rápidas, pero un falso crecimiento económico.
 
   Se han rebajado los impuestos a las rentas más altas; se ha incrementado la rentabilidad del trabajo, precarizando cada vez más el empleo y debilitando los derechos laborales; se han abierto los servicios públicos al negocio privado…
  ¿SOBRE QUÉ VALORES, FORMAS DE VIDA Y PRINCIPIOS QUEREMOS CONSTRUIR NUESTRA SOCIEDAD?
   Detrás de estas políticas existe una perversión de la economía y una inversión de su sentido, al poner los beneficios privados de las estructuras capitalistas y de los mercados financieros y de sus responsables, por encima de las necesidades sociales de la mayoría de las personas.
 
   Como comunidad cristiana hemos de decir con toda claridad que esto no debe ser así. Una economía funciona bien sólo cuando responde a las necesidades de las personas. Esa y no otra debe ser su finalidad.
 
   Este funcionamiento desviado de la economía es el origen de la crisis. Crisis, que ha castigado a los sectores más empobrecidos y vulnerables de nuestra sociedad, al destruir buena parte de la economía real y del trabajo, incrementado, hasta límites insoportables, el paro. Las medidas tomadas contra la crisis por los gobiernos de España y autonómicos, no sólo no lo han corregido, sino que han agravado la situación.
Además las sucesivas reformas laborales no han aportado nada para combatir el paro y se han puesto mayores dificultades para acceder en el futuro a una pensión justa y digna. Se han debilitado aún más los derechos sociales y los servicios públicos con los recortes que se están produciendo con el pretexto de reducir el déficit público.
   Una decisión especialmente grave ha sido la reforma de la Constitución. Para decidir, nada menos que con rango constitucional, que se da prioridad al pago de la deuda, para que continúe funcionando el negocio financiero, sobre las necesidades sociales.
 
   Todo esto está significando un vaciamiento de contenidos de la democracia. Cada vez existe menos transparencia en lo que se hace y se hurta más a los ciudadanos la capacidad de decisión real. No podemos continuar así. Es imprescindible cambiar de raíz el rumbo para poner en primer lugar a las personas, los derechos de los empobrecidos y las necesidades sociales.
 
  UNA ECONOMÍA FUNCIONA BIEN SÓLO CUANDO RESPONDE A LAS NECESIDADES DE LAS PERSONAS
 
   Por todo ello, la HOAC consideramos que en las próximas elecciones, para valorar las distintas propuestas políticas y decidir el voto, es fundamental preguntarse qué medidas concretas se proponen para:
 1.- Priorizar las necesidades sociales en lugar de los intereses de los grupos de presión con gran poder económico y subordinar la economía financiera a las necesidades de la economía real.
 2.- Dar prioridad real a las políticas de erradicación de la pobreza y a la inversión pública y social dirigida a los sectores más empobrecidos de la sociedad.
 3.- Fortalecer el tejido productivo en todos sus sectores, promoviendo un tejido empresarial digno de tal nombre y dar mayor protagonismo a las empresas de economía social, cooperativas, etc.
 4.- Revertir las reformas laborales que precarizan el empleo, debilitan los derechos laborales y deterioran las condiciones de trabajo, articulando políticas encaminadas a combatir el desempleo (con especial atención al juvenil) y la precariedad laboral, caminando hacia empleos decentes en condiciones dignas.
 5.- Revertir los recortes en los servicios públicos, fortaleciéndolos como garantía de los derechos sociales de las personas y familias, sobre todo en lo que se refiere a educación, sanidad, vivienda y protección social.
 6.- Revertir la reforma del sistema público de pensiones, tomando medidas para avanzar en la garantía de pensiones dignas y justas.
 7.- Reconocer y promover prácticamente los derechos familiares de las personas y los derechos sociales de las familias.
 8.- Revertir todas las decisiones que se han tomado, encaminadas a que las rentas más altas, los beneficios de las grandes empresas y el capital financiero paguen menos impuestos, realizando una reforma fiscal en profundidad, encaminada a una mayor y más justa redistribución de la riqueza social, que facilite al Estado disponer de los recursos para responder a las necesidades sociales básicas.
 9.- Promover que el sistema productivo cuide el medio ambiente y caminar hacia un modelo de consumo humano frente al consumismo que devora los recursos, como expresión de nuestra responsabilidad hacia las generaciones futuras.
 10.- Fomentar la transparencia y el control efectivo por la ciudadanía de todas las instituciones políticas, la responsabilidad y la formación cívica, como elementos fundamentales para una regeneración democrática que impulse la participación y el protagonismo de la sociedad en la vida política y en la toma real de decisiones.
 
    Se trata, en definitiva, de poner en primer lugar a las personas, los derechos de los empobrecidos y las necesidades sociales.

Fuente: www.hoac.es


 
   

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Noticias Obreras nº 1528 (Octubre-2011)

 

 Constitución y crisis institucional 

 

   Las instituciones no son sólo ni principalmente unos medios para conseguir unos fines que podemos usar a nuestro antojo. Son fruto y depósito de un patrimonio moral construido en el devenir de la historia humana que deben conservar y ampliar, y constituyen la realización práctica del desvelo de muchas personas que se preocuparon por construir un mundo mejor y más justo. Son como el termómetro moral de la sociedad, y sus responsables prototipos de esa moral.

   «El espíritu» de las instituciones podemos entenderlo meditando despacio este texto de Juan XXIII: «El orden vigente en la sociedad es todo él de naturaleza espiritual. Porque se funda en la verdad, debe practicarse según los preceptos de la justicia, exige ser vivificado y completado por el amor mutuo, y, por último, respetando íntegramente la libertad, ha de ajustarse a una igualdad cada día más humana». («Pacem in terris», 37). Este carácter exige que su utilización sea coherente con su espíritu, que no deteriore su espíritu, lo que da una gran importancia al qué se hace y al cómo se hace, que siempre deben estar dentro del marco de referencia del espíritu de la institución.

   La reforma de la Constitución, tanto el contenido como la forma en que se ha hecho, constituye el mayor atentado a las instituciones que se ha perpetrado en la historia de nuestra democracia. El contenido, porque forzar a la Constitución para que recoja que el pago de la deuda «gozará de prioridad absoluta» es lo mimo que decidir instalar un prostíbulo en un colegio, una inmoralidad absoluta. La forma, deprisa, impuesta, sin razonar y eludiendo la participación ciudadana, porque ha situado a la Constitución al nivel de cualquier decreto que se promulga y deroga sin más trascendencia, despojándola de la solemnidad de ser nuestra norma suprema.

   Si hemos llegado hasta aquí es porque nos hemos acostumbrado a un uso espurio de nuestras instituciones que ha deteriorado y cambiado la imagen de los tres poderes del Estado.

   El Ejecutivo, nuestro Gobierno, se ha ganado la imagen de no tener coherencia alguna en su quehacer. Sumiso con los poderosos y altanero con los débiles, como marioneta en manos de no sabemos qué intereses ni poderes, decide y explica sus decisiones con los mismos argumentos que usa para hacer todo lo contrario, y ello sin inmutarse, sin tener en cuenta el compromiso moral que le une con los ciudadanos que le votaron para hacer justamente lo contrario.

   El Legislativo, nuestro Parlamento, que incluye a los partidos políticos, está tan desprestigiado que exige una profunda reforma en su constitución y funcionamiento para desterrar la imagen de unos diputados que, salvo honrosas excepciones, aparecen secuestrados por sus partidos, sin relación con sus electores y con la sola obligación de mirar el dedo que le indica lo que deben votar. Y una oposición cuyo mayor interés y preocupación es qué decir y hacer, no importa que sea verdad o mentira, para ganar las próximas elecciones y no para solucionar los problemas que tenemos.

   El Judicial, acusado y acosado en cada proceso y sentencia que dicta, tiene la imagen de estar compuesto por jueces, fiscales y magistrados a sueldo de sus mentores y no por garantes del cumplimiento de nuestras leyes. Se dice que tienen una ideología que tratan de imponer con sus sentencias.

   El desprestigio de las instituciones es una catástrofe social y política porque la inmoralidad que representa el uso que se hace de ellas es la misma que nos hace permanecer impasibles ante la injusticia, y ello produce víctimas, los pobres, que nunca verán recogida en la Constitución que la erradicación de la pobreza gozará de prioridad absoluta.

 


 

Noticias Obreras nº 1527 (Septiembre-2011)

 

 Laborem Exercens: la cultura del amor al prójimo 

   El 14 de Septiembre se cumplen 30 años de la publicación de la encíclica sobre el trabajo humano. Justo es que dediquemos nuestra reflexión a un documento tan importante como este en unos momentos en que “los mercados” siguen imponiéndonos su cultura, moral y fe.

   Podemos decir que en toda la encíclica subyace un diálogo entre la antropología y el derecho de propiedad desde la óptica de la primacía del hombre (LE. 12 y capítulo III).

   El hombre, todo él, es lo que debe tomarse en consideración para reflexionar sobre el sentido y finalidad de todas las actividades que realiza, entre las que destaca de manera fundamental el trabajo. Mirado así, el trabajo pertenece a la misma esencia de la naturaleza humana, es necesario para que el hombre se haga a sí mismo y constituye una dimensión esencial de su proyecto de humanización (LE. 6 y 9).

   Por otra parte, la propiedad, que procede del trabajo, adquiere su legitimidad cuando sirve a la realización del hombre, varón y mujer, y la pierde cuando no lo hace. Por ello, la doctrina social de la Iglesia (DSI) siempre ha subordinado el derecho de propiedad al “destino universal de los bienes”, a la voluntad de Dios de que todos los bienes estén al servicio de todos los hombres para lograr su plena realización (LE. 14).

   Destaca, por tanto, una visión antropocéntrica del trabajo y de la economía. Visión que nos permite conectar con los humanismos y con las ciencias sociales (LE. 4) y nos abre las puertas a la evangelización, pues antropología cristiana y cristología están unidas indisolublemente: Dios, por su propia voluntad y deseo, ha quedado unido a todo hombre en Jesucristo. Amar a Dios es amar al hombre, procurarle la justicia que le pertenece y ayudarle a descubrir la presencia de Dios en su vida. El trabajo tiene que ser expresión y realización de esta verdad.

   La Iglesia y la HOAC como parte de ella debemos preguntarnos cómo es posible que la DSI tenga tan poca relevancia social y permanezca tan alejada del mundo del trabajo y de la economía. Posiblemente, una de las razones sea que hemos olvidado la gran fuerza personalista y personalizante que tiene, su exigencia de conversión. Es muy difícil conseguir el destino universal de los bienes del Banco Santander, pero nadie nos impide, a cada uno y a la Iglesia, aplicarlo a nuestros bienes. Lo mismo ocurre con la prioridad del trabajo sobre el capital. “Los mercados” y sus mercaderes nos están mostrando qué fácil les resulta pervertir este principio. Pero nada nos impide hacer valer esta prioridad en los puestos de trabajo que dependen de nosotros, de nuestros movimientos o de nuestra Iglesia.

   Nos hemos cansado de repetir que la DSI propone principios de reflexión, criterios de juicio y orientaciones para la acción (OA, 4; SRS, 41), y nos hemos olvidado de añadir: “y exige nuestra conversión”. Esto es así porque el motor de la DSI es el amor de Dios, un amor a todo hombre con independencia de lo que él sea, piense o haga. Un amor que nos llama a sustituir el amor propio por el amor al prójimo, y que sólo Jesucristo, muerto y resucitado, hace razonable. Nosotros podemos amar así si tenemos la experiencia personal y social de ser amados tal como somos, lo que convierte a Jesucristo en una necesidad pues nos amó hasta la muerte, y nos sigue amando, sin exigirnos nada a cambio.

   Frente a la cultura de “los mercados” necesitamos oponer la cultura del amor al prójimo contenida en la DSI y muy remarcadamente en la Laborem Exercens. Sin conversión personal no puede haber cambio de las estructuras.

 


 

Noticias Obreras nº 1526 (Agosto-2011)

 

Inmorales

 

   Han destruido Grecia y han impuesto severos ajustes a Irlanda, Portugal, Italia y España. Congelan salarios, eliminan derechos, destruyen empleo, niegan el crédito, desmantelan la protección social, exigen privatizaciones que empobrecen a los Estados, imponen reformas laborales, reformas de la negociación colectiva  …, como medidas para sanear nuestra economía y garantizar nuestro futuro, pero lo que están haciendo realmente es desmantelar el Estado y trasvasar rentas de los pobres a los ricos

   Cada medida que imponen es la solución para todos nuestros problemas, pero una vez obtenida cede su lugar a una nueva imposición que vuelve a presentarse como solución a todos nuestros problemas, que una vez obtenida cede su lugar a otra nueva demanda… y así en una cadena interminable de imposiciones que garantiza el flujo y crecimiento de sus beneficios a costa de la destrucción del estado y de las condiciones de vida de los que solo tenemos y dependemos de nuestro trabajo. 

   Nos dicen que son “los mercado”, pero no es verdad, son los especuladores, un reducido grupo de poderosos formado por banqueros, financieros, gestores de fondos de inversión, responsables de las agencias de calificación y, todos ellos, arropados y protegidos por los responsables políticos de Europa, incapaces de tomar las decisiones necesarias para garantizar el bien común y la primacía de las instituciones políticas sobre los especuladores. 

   Les parece demasiado la pensión de miseria que puede cobrar un jubilado, un despedido que puede cobrar un trabajador, el salario de cualquier obrero o el crédito que necesita una empresa para seguir funcionando y mantener los puestos de trabajo. Pero callan ante los miles de millones que se reparten los que recomiendan austeridad y moderación. Rodrigo Rato se ha fijado unos ingresos anuales, entre salario e incentivos, que superan las setecientos millones de pesetas si le añadimos la pensión vitalicia que recibe por haber sido director del FMI. Unos treinta directivos de la privatizada Caja Madrid, entre ellos Rato, se van a repartir como incentivos más de cuatro mil millones de pesetas al mismo tiempo que acuerdan despedir a mas de cuatro mil trabajadores. 

   Mientras todos estamos preocupados con el permanente ataque de “los mercados”, los directivos del Banco de Santander y del BBVA libran una dura batalla con le gobierno para gestionar la privatización del 30% de las loterías y apuestas del Estado, una fuente de ingresos del Estado que en parte desaparece para pasar a engordar las cuentas de los que nos exigen austeridad. El Estado les ofrecía 250 millones de euros (veinticinco mil millones de pesetas) por su trabajo; pero les parecía poco, ellos pedían 240. 

   La magnitud de la desproporción entre lo que quieren y obtienen para sí y lo que recomiendan e imponen para los demás define el problema moral y ético de nuestra sociedad, de nuestro sistema económico y de nuestro sistema político. Nunca tantos han callado tanto ante tanta injusticia. 

   En enero de 2002, se celebró en Asís la Jordanaza de oración por la paz en el mundo, en la que intervinieron los líderes religiosos de numerosos países. Elaboraron un decálogo que posteriormente fue enviado a todos los Jefes  de Estado. El último punto del mismo decía: “Nos comprometemos a solicitar a los responsables de las naciones que hagan todo lo posible para que, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, se construya y se consolide un mundo de solidaridad y de paz fundado en la justicia”. La situación actual es de tal gravedad, que exigiría un nuevo encuentro de todas las religiones para exigir con firmeza que se ponga fin a la inmoralidad que nos acosa, que se garantice un trabajo decente para todos y se libere a los pobres del yugo que no cesan de imponernos.

 


 

Noticias Obreras nº 1525 (Julio-2011)

 

Jornada Mundial de la Juventud

 

     Según el informe de la Fundación Santamaría «Jóvenes españoles 2010» la Iglesia aparecemos en último lugar entre las instituciones en las que confían los jóvenes; y sólo el 3% considera que la Iglesia decimos cosas importantes. Aunque el 53% se confiesa católico, sólo el 10,3% es prácticante y el 1,6% pertenece a una asociación religiosa. El 53% afirma que se puede creer en Dios sin la Iglesia. En este contexto nos disponemos a celebrar la JMJ.

     Un acto eclesial tan importante nos debe mover a la responsabilidad de calibrar muy bien el sentido, el contenido y la finalidad de lo que pretendemos. Bien fácil es caer en la tentación de las formas, el predominio de la imagen y la ilusión del número de asistentes para tener el éxito garantizado. Pero no es éxito lo que debemos buscar, sino conversión, de ellos y nuestra.

     La Iglesia somos un pueblo nuevo que tiene a Cristo por Cabeza…, como condición, la dignidad y libertad de los hijos de Dios…, por ley, el nuevo precepto de amar como el mismo Cristo nos ha amado…, por fin, el Reino de Dios… Un pueblo nuevo que es constituido por Cristo en comunión de vida, de caridad y de verdad (L.G. 9). Aunque los jóvenes están lejos de la Iglesia, valores como dignidad, libertad, amor, verdad… expresados en estos rasgos que nos definen, entroncan con sus ideales y aspiraciones más profundas. Si por coherencia todo lo que hagamos tiene que estar presidido, animado y orientado por estos rasgos que nos dan identidad, además facilita el acercamiento.

     Desde estos rasgos, no sería bueno dar la imagen de un acto en el que el Papa recibe un baño de multitud de jóvenes incondicionales y enfervorizados. Más coherente sería la imagen de un Papa que junto con los jóvenes reflexionan y dialogan sobre su situación en el mundo, su alejamiento de la religión y mucho más de la Iglesia, la pobreza y la exclusión de muchos de ellos, la propuesta de vida, salvación y liberación que es Jesucristo, la necesidad que tenemos la Iglesia de que nos ayuden a convertirnos…

     Tomar la segunda opción nos exige tener un ojo puesto en los asistentes y otro en los alejados, –en los que no van a estar; en los que, indignados, han llenado las plazas de nuestras ciudades y en los que ni siquiera han tenido motivos para movilizarse y permanecen en una situación de apatía, pobreza, desarraigo…, en los pobres y excluidos por este sistema porque, no olvidemos, somos pueblo nuevo en la medida que somos pobres y de los pobres– y hacerlo con la sabia pedagogía apostólica que nos enseñara Malagón: qué es lo máximo a lo que puedo renunciar para acercarme al otro, y qué es lo mínimo que debo exigirle para que acepte a Jesucristo y a su Iglesia.

     Si los indignados son la parte más visible de los jóvenes, algunas manifestaciones realizadas no propician el acercamiento. Algún medio de comunicación de nuestra Iglesia ha pedido insistentemente la actuación de la policía para desalojarlos, ¿Esta es la manifestación de que tenemos por ley el amor? Y se les ha dicho que su problema es que no tienen esperanza, que les falta Jesucristo… Es posible, pero sí los hacemos culpables. ¿Cómo ser un pueblo nuevo repartiendo culpas entre los demás? Si no tienen esperanza, ¿Será que se la han –hemos– quitado? Si les falta Jesucristo, ¿qué hemos hecho para evitarlo? ¿Qué dificultades les hemos creado? ¿Qué debemos hacer para que lo acojan y construyan su vida con Él y en Él?

     Hemos estado en las plazas con ellos, hemos escuchado sus críticas a la Iglesia y a sus «jerarcas», a los que identifican con un poder, en el pleno sentido de la palabra, que los oprime lo mismo que el poder político o el económico. Podemos tomar sus palabras como un insulto, también podemos tomarlas como una llamada a la reflexión. Podemos descalificarlos; pero lo que se nos exige es una reacción misionera que siempre pasa por la escucha para la conversión. Nosotros les decimos que el ser humano, varón y mujer, es el camino primero y fundamental de la Iglesia. Y que Jesucristo es el camino del hombre. Pero ellos perciben que la aceptación de Jesucristo les exige la negación del hombre, porque nos interponemos la Iglesia que les quita toda libertad. La terrible paradoja que nos presentan es que para ellos Jesucristo y su Iglesia, como entidad social visible, son antagónicos.

     Los jóvenes necesitan a Jesucristo y la Iglesia tenemos el deber de facilitar su respuesta libre y consciente a la llamada que Él les hace, pero el camino no puede ser otro que el mismo que Jesucristo utilizó: abajarse, hacerse uno de tantos, despojarse de su rango, hacerse esclavo hasta morir y muerte de cruz (Flp. 2, 6 y ss). Esta es la imagen que los jóvenes esperan. Si se la ofrecemos, será el camino para su conversión.

     Pedimos a Dios por este gran acontecimiento desde la conciencia de que nosotros plantamos y regamos, pero sólo Él hace crecer y dar frutos.

 


Editorial de Noticias Obreras nº 1524

 

¡ Indígnate, reacciona, actúa !

 

    Uno de los logros de nuestra sociedad y de nuestra cultura decimos que es la valoración, respeto y defensa de la dignidad humana. No faltan voces, sin embargo, que nos hablan de lo contrario, de una falta de respeto absoluto a la dignidad humana; y, de lo que es más grave, de una pasividad absoluta ante ello; de una falta de reacción. Y nos interpelan: ¡Indígnate!, ¡Reacciona! 
 
     Si nos preguntamos cómo podemos valorar o medir el aprecio por la dignidad humana, tendremos que convenir en que no hay tal aprecio allí donde no nos duela el alma ante el más mínimo atropello a la misma. ¿Tienen razón, entonces, los que nos interpelan o son los agoreros de siempre, incapaces de captar los signos positivos de los tiempos? Veamos:
 
      Casi la mitad de los jóvenes menores de 25 años está en paro, una generación perdida, posiblemente la mejor preparada de nuestra historia. Más de la mitad de los pensionistas cobran una pensión que los sitúa bajo el umbral de la pobreza. Y no reaccionamos. Menos de la mitad de la población activa tiene un contrato indefinido a tiempo completo, un empleo generador de derechos sociales, como el derecho a una jubilación digna. Crece en número de pobres: ¡9 millones!, que se dice muy pronto. La pobreza infantil alcanza al 25%. El derecho a una vivienda, a la educación, a la atención sanitaria, al desempleo, a una pensión digna… desaparece, se recorta o se limita mientras se nos empuja a contratar esos servicios con los que nos han conducido a la ruina. Los que con su ambición han provocado esta crisis, los que toman las decisiones tras “los mercados”, han conseguido que entre todos los salvemos de la ruina. Ahora le dicen a nuestro gobierno lo que debe hacer para salir de la misma, y nuestro gobierno ejecuta sus órdenes para garantizar sus beneficios a costa de nuestra ruina. Y no reaccionamos.

    
El pasado 15 de mayo los indignados salimos a la calle, prueba de que antes no lo habíamos hecho, en cincuenta ciudades. Fuimos una multitud con multitud de mensajes llenos de ingenio: “Me sobra mucho mes al final del sueldo”; “Esto no es una crisis, es una estafa”. Otros llevaban su título de licenciado colgado del pecho, o la cartilla del desempleo. Y todos clamando democracia de verdad.
 
    Este paso es importantísimo, porque por fin nos mostramos indignados y lo manifestamos públicamente. Ahora queda un largo camino de organización, movilización y gestión de todo como respuesta a los problemas que tenemos. Pero esto será sólo la parte menos importante. El trabajo duro que debemos acometer es depurar las motivaciones que nos impulsan, si no queremos reproducir la ética y la moral de los que nos han conducido hasta aquí. ¿Somos conscientes de que nos han inoculado el virus del individualismo y de la satisfacción individual del tener y el poseer? Si pretendemos defender la dignidad humana sin cuestionar ni lo uno ni la otra, el resultado será la reproducción del hábitat cultural que nos ha conducido a esta situación; aun en el caso de que hayamos conseguido un empleo y nuestro horizonte personal se haya despejado.
 
     El gran reto que tenemos es mostrar que no hay salida individual, que la salida individual es la suya, la del neoliberalismo; que frente a ella solo cabe la salida de la donación, la experiencia de que la única manera de luchar por mis problemas es luchando por los problemas de los otros. Es la experiencia del amor la que esconde el secreto de la felicidad humana: el que entrega su vida a otros por amor, la recupera renovada, plena y radiante.
 
      Así que, ¡Indígnate! ¡Reacciona! y ¡Actúa! ante la injusticia cometida contra el otro, pero no busques tu salida, esa se te dará por añadidura. 

 


Editorial de Noticias Obreras nº 1523

 

22 de mayo: ¿elecciones  para qué?

 

     Todos estamos convocados para elegir a nuestros representantes en los municipios y en la mayoría de las comunidades autónomas. Convocatoria que nos llega cuando la imagen de los partidos políticos y los políticos es una fuente inagotable de corrupción, de incumplimiento de las promesas electorales, de afloramiento de lo más bajo y ruin que hay en el proceder humano. Sorprende y angustia que ante las acusaciones de corrupción que se lanzan unos a otros, la respuesta sea «y vosotros más», como si la corrupción ajena justificara la propia. Y debería hacernos reflexionar que, según el barómetro del CIS del pasado febrero, la clase política y los partidos políticos sean el tercer problema para los ciudadanos, precedido sólo por la crisis económica y el paro.

     Esta visión no sería completa si no caemos en la cuenta de que en la decisión electoral de los ciudadanos se ha instalado un proceder perverso: los corruptos vuelven a ser elegidos abrumadoramente, como si recibieran un premio por su corrupción.

     En este contexto nos llaman a votar y en este contexto nos preguntamos: ¿para qué? Nuestra respuesta es que hay que participar y votar.

     Estamos convencidos de que no tenemos conciencia del momento histórico que estamos viviendo. La historia se referirá a él como la era del triunfo del mercado, como el proceso en que todo fue sometido a la racionalidad del mercado. La racionalidad del mercado consiste en dos cosas: una, todo se puede comprar y vender. Dos, todo tiene un solo objetivo: la eficiencia económica. Y se está construyendo siguiendo distintas fases.

     En la primera, se ha convencido a los Gobiernos de que era necesario eliminar todo control sobre la actividad económica. El resultado ha sido la mayor crisis económica de la historia; los culpables: el poder financiero y los Gobiernos.

     En la segunda, han uniformado el quehacer político de los Gobiernos haciendo desaparecer las diferencias entre los distintos proyectos políticos. El resultado ha sido la entrega al mercado de los sindicatos y de la clase obrera convenientemente atada y amordaza; los recortes sociales, la privatización de servicios básicos y la disminución progresiva del Estado del Bienestar. Los culpables: el poder político, los Gobiernos.

     En la tercera, que es en la que estamos, se pretende romper definitivamente la confianza entre los ciudadanos, la política y los políticos; lograr la desafección total entre los ciudadanos y la política. Angustia y acongoja que, según el mismo barómetro y sorprendentemente, la corrupción y el fraude sólo es un problema para el 3%, y la crisis de valores para el 2,5%. Es decir, para nadie.

     El resultado es el sometimiento de todo al mercado: economía frente a mercado; política frente a mercado; individuo frente a mercado en aras de una eficiencia económica que, se olvidan de señalar, es sólo para unos pocos; que condena al hambre a miles de millones de seres humanos; que ha destrozado el planeta; que, cada vez más, necesita de conflictos bélicos permanentes para mantenerse, y que precisa destruir todo vestigio moral, ético y religioso que pueda suponer una limitación para la hegemonía del mercado. Todo esto supone una nueva concepción, del mundo y del hombre, profundamente materialista, amoral, economicista, perversa y antihumana. Esta concepción es uno de los principales problemas que tenemos la Iglesia para que el Evangelio sea tenido en cuenta como propuesta de vida plena y definitiva.

     La respuesta a la pregunta «¿Elecciones, para qué?» es: para reaccionar como seres humanos, para oponernos a la destrucción de la naturaleza humana; para recuperar el sentido de la honradez, la moral y la ética; para construir un mundo en que los seres humanos podamos ser felices. La política, otra política, es el principal instrumento que tenemos para liberar a la economía, a la política y al hombre de la tiranía del mercado.

 


Comunicado ante el 1º de Mayo


Editorial de Noticias Obreras nº 1522

 

Crisis económica: ¡Justicia para el Mundo Obrero emprobrecido!

 

     Todos los años, en torno a pentecostés, celebramos el Día de la HOAC. Para ello, elegimos una situación sobre la que estamos trabajando y promovemos diversos actos y reflexiones con la pretensión de fomentar el conocimiento y la solidaridad, denunciar las injusticias y hacer oír esta voz de la Iglesia que clama, como hacían los antiguos profetas, por la justicia que se le debe al pobre: «¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país!» (Is. 5, 8).

     Hoy, como en todos los momentos de la historia en que los poderosos oprimen al pobre y le quitan su trabajo, son necesarios profetas que clamen por la justicia diciendo:

     ¡Ay de vosotros! Los que habéis engañado al pobre cargando sobre sus espaldas una hipoteca para toda su vida. Los que habéis ideado trampas financieras para que la deuda de los pobres siga aumentando aunque no dejen de pagar. Los que os quedáis con las casas de los que no pueden pagar la hipoteca y les obligáis a que sigan pagando una casa que ya no tienen. Por ello seréis juzgados.

     ¡Ay de vosotros! Los que utilizáis el dinero de todos para especular en los mercados de valores sin que os importe que vuestras trampas y maniobras lleven a la ruina a millones de personas, familias y naciones enteras. Por ello seréis juzgados.

     ¡Ay de vosotros! Los que manipuláis y jugáis con el precio de los productos básicos que los pobres tienen como único alimento, provocando con ello el hambre, la muerte y la desolación. Por ello seréis juzgados.

     ¡Ay de vosotros! Los que utilizáis el dinero que os ha dado el Gobierno, para que deis créditos a las pequeñas y medianas empresas, en seguir especulando, sin importaros que cientos de miles de empresas cierren provocando nuestra ruina y la de nuestras familias. Por ello seréis juzgados.

     ¡Ay de vosotros! Los que utilizáis vuestro saber para exigir reforma laboral tras reforma laboral argumentando que esa es la forma de crear empleo, pero no hay ni un solo caso en que vuestras predicciones se hayan cumplido. Por ello seréis juzgados.

     ¡Ay de vosotros! Los que a pesar de obtener cuantiosos beneficios, despedís a miles de trabajadores para seguir incrementándolos, sin que os importe que millones de jóvenes estén parados y sin saber qué pueden hacer con su vida. Por ello seréis juzgados.

     ¡Ay de vosotros! Los que habéis ignorado que «los medios de producción no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer. Su posesión se vuelve ilegítima cuando no sirven para impedir el trabajo de los demás u obtener unas ganancias que no son fruto de la expansión global del trabajo y de la riqueza social, sino más bien de su limitación, de la explotación ilícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral»*. Por ello seréis juzgados.

     ¡Ay de vosotros! Gobiernos y legisladores, que acudís en socorro de banqueros y defraudadores y legisláis contra nosotros, contra el pobre y los trabajadores. Por ello seréis juzgados.

     A todos vosotros os decimos: el trabajo que hemos perdido, el salario que no cobraremos, las oportunidades de vida para nuestras familias e hijos que habéis eliminado, la angustia que atenaza nuestras gargantas y las noches que pasamos sin dormir han llegado al Señor de la justicia y la compasión, y el Señor ha grabado vuestros nombres en el libro de las injusticias cometidas y no resarcidas. Por ellas seréis juzgados y condenados.

*Laborem exercens, 14; Centesimus annus, 43.

 


    El 30 de marzo, se celebra el Día Internacional de las Trabajadoras de Hogar. Se trata de una ocasión idónea para reivindicar los derechos de miles de trabajadoras en un sector que está sujeto a una grave precariedad laboral y en el que, por ejemplo, no existe el derecho al subsidio por desempleo, ni es obligatorio formalizar un contrato de trabajo por escrito, las jornadas superan las 10 horas diarias y, en muchos casos, no se goza de derecho a un descanso continuado semanal. Los salarios, en demasiadas ocasiones, no llegan al mínimo interprofesional.

     Asimismo, recordamos que las trabajadoras de hogar no tienen aún reconocido el accidente laboral. Aunque en la Ley de Presupuestos del Estado para 2011 se reconocían por primera vez las prestaciones por accidente de trabajo en el Régimen Especial de empleo de hogar, ese cambio está todavía pendiente de reglamentar y, a día de hoy, no se cotiza por la contingencia de accidentes. Este es un ejemplo más de la grave precariedad que afecta a este sector.

     Por otro lado, queremos destacar el hecho de que el 94% de las personas que trabajan en este sector son mujeres. Se trata, además, de un sector altamente desreguralizado, en el que se estima que el 65% de sus trabajadoras forman parte de la economía sumergida. En la actualidad, en todo el Estado hay 731.400 hogares que declaran tener actividad como empleadores de personal domestico (datos de la EPA del cuarto trimestre de 2010). Sin embargo, a finales de febrero de 2011 sólo había 292.106 personas afiliadas en el Régimen Especial de Empleadas de Hogar (205.696 continuos y 86.410 discontinuos, según la Estadística Altas/Bajas de la Seguridad Social.

     Desde la Plataforma Estatal de Asociaciones de Trabajadoras de Hogar, queremos valorar la voluntad de mejora del Gobierno que suponen los cambios propuestos para este 2011. Por primera vez, se ha regulado la imposibilidad de que estas trabajadoras perciban menos del salario mínimo interprofesional y de que pueda hacerse efectiva una reducción de su retribución por pago en especie, así como el reconocimiento del accidente de trabajo y la equiparación de la prestación de incapacidad temporal por enfermedad común con la del régimen general. Estos avances, sin embargo, nos parecen insuficientes, por lo que reivindicamos la máxima equiparación de los derechos laborales y de seguridad social de estas trabajadoras. Ello exige la aplicación de una reforma que recoja, al menos:

• Reconocimiento de la Prestación por desempleo. Las trabajadoras domésticas son las únicas que no la tienen.

• Contrato escrito de trabajo obligatorio en todos los casos.

• En el trabajo externo e interno, una jornada máxima de 40 horas semanales. Es necesario que desaparezca el tiempo de presencia y, en el caso de las cuidadoras, que gocen de un descanso mínimo de 10 horas entre jornadas.

• En trabajos de cuidado nocturno, una jornada máxima entre las 21 y las 8 horas, no más de cinco días semanales, con la obligación de que se abonen todas las horas a disposición de la parte empleadora.

• Descanso de día y medio seguido a la semana, especialmente las trabajadoras en régimen interno.

• Indemnización por cese igual que en el resto de los sectores. Hoy se puede despedir a la trabajadora con una indemnización de 7 días por año o forzarla a que se vaya mediante un cambio de las condiciones, como, por ejemplo, reduciéndole la jornada y el sueldo. Proponemos el mismo trato y las mismas indemnizaciones que rigen para cualquier otro sector, tanto en caso de despido como cuando la trabajadora decida rescindir el contrato porque no se estén cumpliendo las condiciones pactadas.

• Contratación a través de los servicios públicos de empleo o de empresas sin ánimo de lucro:

- Normalización de la intermediación, de manera que se regule para que las trabajadoras no pierdan ningún derecho y sea posible la inspección y el control de dicha intermediación.

- Desaparición de las agencias intermediarias que actúan ilegalmente y se lucran a costa de las trabajadoras de hogar.

- Facilidades administrativas para la gestión burocrática de la intermediación entre las familias y las trabajadoras.

• Alta en la Seguridad Social desde la primera hora de trabajo. Hoy en día, las trabajadoras domésticas sólo pueden pedir el alta en la Seguridad Social con más de 18 horas semanales, lo que deja fuera de esa protección a muchas de ellas.

• Obligación de cotizar siempre repartida entre empleadora y trabajadora. Las trabajadoras de hogar están obligadas a pagarse ellas mismas la SS si trabajan en más de un domicilio, independientemente del horario que tengan.

• Reconocimiento del trabajo que están realizando las personas extranjeras, incluyendo su derecho a darse de alta en la Seguridad Social. Las trabajadoras inmigrantes están cuidando en nuestro país a una parte importante de las personas dependientes, pero mientras no tienen “papeles” no pueden darse de alta en la Seguridad Social. Esta situación puede prolongarse durante varios años. Como estas personas están contribuyendo a resolver las necesidades de cuidado, en la práctica se les permite trabajar, pero no se les reconocen todos los derechos.

     El pasado 12 de marzo, Teofila F. O., una trabajadora de hogar que estaba desarrollando su labor en Santurce, falleció al precipitarse al vacío cuando limpiaba las ventanas del domicilio donde trabajaba. Teofila, que había sido contratada a través de una Agencia Privada de Colocación y no fue dada de alta en la Seguridad Social, llevaba varios años trabajando en el cuidado de personas de edad avanzada y se encontraba en situación jurídico administrativa irregular.

     Esperamos que este día sirva para sacar a la luz la situación de miles de mujeres que trabajan en este sector y que lo hacen con unas condiciones laborales muy precarias.

 


Editorial de Noticias Obreras nº 1521

 

   Pensiones: ¿individualismo o comunión?

 

     Los grandes analistas de las contradicciones sociales nunca la han planteado como tal, posiblemente por su raíz cristiana, pero la mayor contradicción que se da en el mundo es la que existe entre individualismo y comunión. Toda la creación es un maravilloso prodigio de comunión, de tal manera que nada hay que sea autosuficiente ni independiente, sino que todo lo que existe lo hace en función de todo y gracias a todo, lo que implica que nada existe sólo para sí, sino que sólo puede existir contribuyendo al existir común de todo. Al sistema económico le pasa justamente lo contrario: necesita eliminar a otros y concentrar poder para existir.

     Esta contradicción está en la base del problema de las reformas laborales y de la reforma de las pensiones, pues lo que nos jugamos es si tenemos la obligación moral de entre todos protegernos a todos (comunión), o si cada uno debe solucionar su problema (individualismo). Estamos, pues, ante un problema moral de honda envergadura.

    El neoliberalismo, alma del capitalismo, se fundamenta en el individualismo descarnado, por eso es enemigo de todo lo que pueda sonar a «público» y está concentrando todos sus mecanismos de presión (que se lo pregunten a Zapatero) para hacer realidad que «lo público» es malo y hay que privatizarlo todo. Lo privado, como interés, no entiende de comunión, se preocupa del interés individual, pero no sabe nada del «nosotros». Por ello, la tendencia a la privatización va inexorablemente unida a la tendencia a la individualización. Privatizar exige fomentar el individualismo.

     La eliminación progresiva de lo público unida al creciente individualismo hacen totalmente innecesarios a los sindicatos y partidos políticos defensores de esta cultura. Por ello, uno de los temas que han quedado pendientes es el de la negociación colectiva. La negociación colectiva, o cómo quitar a los sindicatos el poder que les va quedando, es el próximo caballo de batalla de esta reforma laboral permanente en la que llevamos instalados más de treinta años.

   Los sindicatos van a ser la próxima víctima de este proceso reformador, pero ellos no lo saben. Creen que mientras cuenten con ellos para negociar siguen existiendo, pero en este proceso continuo de negociación, la defensa del «nosotros» se va resquebrajando y rompiendo por la parte más débil, por los más pobres y, en la medida que esto ocurre, los sindicatos pierden legitimidad y razón de ser.

     En este contexto debemos situar la reforma de las pensiones. El problema de la reforma es que penaliza más a los que menos tienen, a los que más ayuda necesitan. Los más perjudicados van a ser los que tienen la vida laboral más precaria y nunca alcanzarán los 38 años y 6 meses de cotización necesarios. Lo previsible es que haya un aumento importante de trabajadores y trabajadoras que no conseguirán reunir los años de cotización necesarios para tener derecho a una pensión contributiva. Los cálculos efectuados afirman que para el año 2040 el gasto en pensiones se habrá reducido entre un 3 y un 4% del PIB, una barbaridad de miles de millones que los pensionistas dejarán de percibir.

     Para buena parte de la clase trabajadora, que ya miraba con recelo a los sindicatos, ésta va a ser la gota que propicie la ruptura con ellos, lo que aumentará la debilidad sindical. Pero, paradójicamente, ahora es cuando más necesitamos reconstruir «el nosotros», la solidaridad que es la fuerza de los pobres. Los sindicatos, no sólo los mayoritarios, son necesarios, son imprescindibles. Cada trabajador y trabajadora verá a cuál de ellos le da su apoyo y su confianza, pero lo que ninguno debemos hacer es asumir la cultura de lo privado, porque eso supone perderlo todo.


Editorial de Noticias Obreras nº 1520

 

Conciencia cristiana y humanista

 

 

     Hay cosas que no se pueden hacer porque afectan al contenido de lo humano, porque deshumanizan al que lo plantea y a todos. Por ejemplo: no se puede plantear la eliminación de la población civil en una guerra. Como no se puede, para eliminarla y sembrar el terror se recurre al eufemismo de «los efectos colaterales». El resultado es el mismo, el asesinato de inocentes, pero se reconoce que eso no debería pasar, que ha sido «un error». Así, se consigue el objetivo deseado y se salva la maltrecha conciencia humana.

     Hay aspectos de las relaciones humanas que no pueden solucionarse por este medio. Si dos trabajadores realizan el mismo trabajo en la misma empresa, deben estar acogidos a la misma legislación laboral, y la trasgresión de la misma nunca puede justificarse como un efecto colateral, como algo que no se ha querido hacer.

     A mediados de diciembre, el Parlamento Europeo debatió la llamada «Directiva de Permiso Único». Tras este curioso nombre se esconde el mayor atentado a los derechos de los trabajadores inmigrantes y a los Derechos en esta realidad desfigurada que va siendo Europa. Los trabajadores inmigrantes con permiso de trabajo, legales, se regirán por la legislación de sus países de origen; no podrán cobrar la pensión al regresar a sus países, se recortan sus derechos a las prestaciones familiares, a la formación, a la vivienda y a la educación, etc. Así, una empresa puede trasladarse a Marruecos y que los trabajadores inmigrantes que trabajen en las instalaciones que la misma tiene en Madrid se rijan por la legislación marroquí y no por la española. Una auténtica barbaridad humana que hace poco sólo defendía el partido fascista de Le Pen.

     No hemos llegado aquí por accidente. Previamente, la Comisión Europea ha elaborado un proyecto de directiva, lo que supone un detallado proceso de reflexión y diálogo. Después, la ha enviado al Parlamento, donde cada grupo parlamentario la ha estudiado, reflexionado, debatido, consensuado, etc. Finalmente, un pequeño problema ha impedido que la directiva se apruebe, pero se volverá a intentar en dos meses.

     Como se ve, no hay nada de azar en este proceso, nada de efectos colaterales. Por lo tanto, cabe preguntarse: ¿qué moral, qué ética, qué humanismo hay tras una decisión que mide la dignidad humana por el lugar de nacimiento, que otorga distintos derechos a personas que son iguales? ¿Han leído, sus señorías, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución de sus propios países?

     Las crónicas cuentan que la derecha ha apoyado la directiva y la izquierda se ha opuesto, y esto nos deja un sabor agridulce porque nos preocupa lo siguiente: las raíces cristianas de Europa también se manifiestan en las creencias de los diputados. Sabemos que hay diputados católicos tanto en la derecha como en la izquierda. ¿Cómo es posible que ante un ataque a la dignidad humana no haya saltado como un resorte la conciencia cristiana de la compasión y la defensa de la dignidad sagrada de cada persona por encima de las ideologías y de la disciplina de partido?

     Tenemos razón la Iglesia cuando afirmamos que el secularismo es un grave problema –esto es una muestra de ello– y lo tenemos porque impide darnos cuenta de que «La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión» (CV 6).

     Cuando estas relaciones faltan, el mercado se impone sobre la conciencia y nos queda lo que tenemos: ideología sin conciencia, ni cristiana ni humanista, sólo mercado y mercaderes.  

 

Editorial Noticias Obrera nº 1.519

 

Jóvenes

 

     Los distintos informes que se hacen dan una imagen preocupante de los jóvenes. No quieren saber nada de política: el 81% no pertenece a ninguna asociación; el 0,9% a sindicatos y en la misma proporción a partidos políticos. No quieren saber nada de religión: sólo el 2,6% pertenece a alguna asociación religiosa y su valoración de la Iglesia es deplorable. No quieren saber nada de instituciones: Parlamento, Gobierno, tribunales… no les merecen la más mínima confianza. Sólo la familia tiene su aprobación y respeto.

     La mayoría de esos informes son descriptivos, no explican las causas, describen la situación sin más y, aunque no sea su intención, la imagen que resulta es que los jóvenes «son» así. Quizás deberíamos pararnos a buscar una explicación, aunque no sea «la explicación», la verdadera, porque nos puede ayudar más el proceso de buscarla que la explicación misma.

     Podría haber una explicación que dijera: debemos estar contentos de que los jóvenes sean como son, que no crean en unas instituciones que son una farsa; que se alejen de una vida política marcada por la corrupción y la mentira; que no crean en una justicia que encarcela a los pobres y deja sin castigo a los delincuentes de cuello blanco; que no se acerquen a unos sindicatos que sólo defienden a los que tienen empleo; que no quieran ni oír hablar de una Iglesia rica y poderosa empeñada en marcar prohibiciones a los demás mientras que sus miembros se las saltan a la torera; que no crean que con su esfuerzo van a conseguir algo, ni que un título universitario es el salvoconducto para el empleo. Gracias, jóvenes, por no creer en estas patrañas.

     Seguramente esta no es la explicación, las cosas no son así, tienen muchos más matices. Junto a la corrupción está la honradez; junto a la farsa está la búsqueda de la justicia; es mucho lo que le debemos a la política y a los sindicatos y muchísimo a la Iglesia; sin esfuerzo y sacrificio no podemos conseguir nada… Pero lo que no podemos negar es que esta explicación recoge parte del imaginario social, de lo que se difunde cada día y, lo que es peor, de lo que viven muchos jóvenes cada día cuando experimentan que tienen cerrada la puerta del trabajo, la puerta de la creación de su familia y la puerta de su emancipación en una sociedad que le exige realizar ese recorrido con éxito para ser alguien. La distancia que hay entre lo que les exigimos ser, para ser alguien, y los medios que les ofrecemos para conseguirlo es tan grande que no puede menos que sonarles a pura hipocresía. Quizás por ello, la hipocresía sea la vara de medir con la que nos juzgan, porque es la que nosotros estamos utilizando con ellos.     Ese mismo día, la Bolsa se recupera animada por las declaraciones de Zapatero y por el tirón que le dan los Bancos eufóricos por el río de dinero que van a recibir. A la Bolsa y a la Banca no les da lástima de los pobres.

     La Iglesia les decimos que la Verdad los hará libres. Una Verdad que se realiza cuando pasando por el conocimiento y la razón se convierte en Camino gozoso que genera Vida porque genera comunión. Es Jesucristo, el Camino, la Verdad y la Vida. Pero, ¿qué ocurre si ese mensaje surge de una institución que califican como hipócrita o que calla ante la hipocresía que los oprime? ¿No nos estará pasando como al payaso de la anécdota que escribiera Benedicto XVI?: gritaba, vestido de payaso, que el circo ardía en llamas, pero la gente se reía creyendo que formaba parte del espectáculo. ¿Estamos la Iglesia vestida de payaso ante los ojos de los jóvenes? A los jóvenes no les vale que lo afirmemos o lo neguemos, sólo necesitan que nuestra Vida les diga que no formamos parte de la hipocresía dominante.

 

 

Navidad 2010

 


Editorial Noticias Obrera nº 1.518

 

Celebrar el Adviento en el mercado

 

 

     Felipe González había dicho que si el Banco Central Europeo comprara deuda pública, como había hecho Obama en los Estado Unidos, la especulación de los mercados desaparecería.

     El día siguiente, 1 de Diciembre, al mismo tiempo que el Presidente del Senado denunciaba en la radio que la mayor parte de la deuda que tiene España es deuda privada, el Presidente del Gobierno anunciaba en el Congreso la retirada de la ayuda de 420 euros a los parados, y la privatización de parte de la lotería nacional y de los aeropuertos. Ha quitado dinero y propiedades a los pobres para dárselos a los ricos.

     Ese mismo día, un maestro de infantil se ha levantado y ha preparado el desayuno para una de sus alumnas: sus padres no tienen para darle de desayunar. El padre de esta niña es uno de los que cobran los 420 euros que Zapatero ha prometido eliminar, y a pesar de ello no tiene para darle el desayuno a su hija. ¿Qué hará esta familia cuando deje de percibir esta ayuda?.

     Ese mismo día, un hombre llamaba a la radio para manifestar que lleva más de dos años en paro, que ha empezado a robar para dar de comer a sus hijos, que ha llenado el depósito del coche en una gasolinera y se ha ido sin pagar, y que le daba todo igual.

     Ese mismo día, la Bolsa se recupera animada por las declaraciones de Zapatero y por el tirón que le dan los Bancos eufóricos por el río de dinero que van a recibir. A la Bolsa y a la Banca no les da lástima de los pobres.

     Ese mismo día, toda la Iglesia leemos el texto que narra la escena de la multiplicación de los panes y los peces (Mt. 15, 29-37), hecho que tiene su origen en una preocupación de Jesús: “Me da lastima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer”.

     Ese mismo día, la Iglesia celebramos la primera semana de Adviento. Nos preparamos para vivir el hecho más sorprendente de cuantos hayan podido producirse: La encarnación de Dios en el mundo, la llegada del Mesías que nos trae la salvación que no defrauda. Pero debemos ser conscientes de que están pasando cosas muy graves: Han convertido al mundo en un mercado en el que no tiene cabida ni la moral ni la ética; en el que la dignidad humana está siendo pisoteada en todo momento; y en el que lo pobres, los empobrecidos, son abandonados a su suerte sin reparar que cada uno de ellos es Jesucristo que sigue clamando la justicia que les pertenece y que Él nos ha garantizado.

     El buen Jesús, al comienzo de su misión, desenrolló el pergamino en la sinagoga y leyó: El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos, y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor (Lc.4, 18-19). La Iglesia nos dice que mediante el bautismo los laicos participamos en la misma misión de Jesús el Cristo, el Mesías Salvador y podemos repetir las mismas palabras que acabamos de leer. (Los fieles laicos, 13)

     Hoy más que nunca, los empobrecidos y excluidos necesitan que la Iglesia y cada uno de los que formamos parte de ella repitamos estas palabras de Jesús. Y lo necesitan porque no pueden vivir en un mundo que los poderosos han convertido en una cueva de ladrones. La Navidad será feliz si convertimos a Jesucristo en la Buena Noticia que esperan y necesitan.

     ¡Feliz Navidad!

 


Editorial Noticias Obrera nº 1.517

 

Amoralidad y democracia

 

 

     Primero han sido «los mercados» los que han dictado las medidas de política económica que los gobiernos debían adoptar. No es que los mercados sepan más que los gobiernos, es que no están condicionados por ningún prejuicio ético ni moral, ni pendientes de ningún resultado electoral. Que todo esto desorienta e impide tomar las decisiones adecuadas.

     Los mercados no tienen estos prejuicios, ellos sólo quieren ganar dinero, cuanto más mejor y en el menor tiempo posible. Y esto no desorienta, puesto que están convencidos de que como seres humanos hemos sido dotados de una naturaleza que se realiza en la acumulación de dinero, cuanto más lo buscamos y más lo obtenemos, más nos realizamos.

     Como el resultado obtenido ha sido fantástico –han convertido la deuda privada, la suya, en deuda pública, en deuda nuestra– ahora lo están intentando con las pensiones. Más que las medidas que proponen, que son fáciles de adivinar, nos interesa poner de manifiesto uno de los argumentos que las fundamentan: el Pacto de Toledo, dicen, es «la mayor estafa para el contribuyente español por dejar en manos de los políticos la reforma de las pensiones».

     Los economistas tratan de hacer ahora lo que antes han hecho «los mercados»: dictar las medidas que el gobierno debe adoptar o sustraer de su ámbito de decisión el contenido de las mismas.

     Estamos entrando en un terreno muy peligroso: despojar al poder político de la capacidad de decidir lo que es mejor para el bien común, basándose en una pretendida superioridad de la ciencia económica sobre la política; superioridad que se basa en que la ciencia es amoral y la política no lo es. Nosotros afirmamos, con toda la Iglesia, que ninguna puede serlo. Pongamos un ejemplo:

     En el nº 25 de la encíclica «Caritas in Veritate» podemos leer: «Cuando la incertidumbre sobre las condiciones de trabajo a causa de la movilidad y la desregulación se hace endémica, surgen formas de inestabilidad psicológica, de dificultad para crear caminos propios coherentes en la vida, incluido el del matrimonio…, el estar sin trabajo o la dependencia prolongada…, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual». Cuando se dice que la ciencia económica es amoral, lo que se está diciendo es que no toma en consideración nada de esto que le ocurre al trabajador, sólo le interesa constatar que trabajando de esta manera obtiene más beneficios. Pero no solamente ignora todo lo que le ocurre al trabajador a causa de esa forma de trabajo, sino que en sus cálculos ignora todo el gasto que origina el atender las patologías que sus decisiones desencadenan. Incluida la patología más grave de todas, la pobreza. Sus beneficios no son reales, son fruto de una trampa.

     La preocupación de la política es todo lo contrario. La política se ocupa del interés general, del bien común, que tiene dos dimensiones: el bienestar de todo y de todos. Es verdad que este bienestar está lejos de conseguirse. Pero una cosa es constatar su insuficiencia y otra muy distinta negar que deba buscarse.

     La Iglesia debemos estar muy preocupada con esta deriva y recordar con insistencia los principios de nuestra doctrina social. En estos momentos es necesario aclarar y difundir que nada de lo que tiene que ver con el hombre, varón y mujer, puede ser amoral. Tanto la economía como la política son actividades del hombre y para el hombre, y si hemos llegado a la conclusión de que la amoralidad constituye un nivel superior de conocimiento, una de dos: o estamos locos, o somos unos sinvergüenzas. ■

 


Editorial Noticias Obrera nº 1.516

 

La política del escándalo

 

 

     Dice Castells (1) que en nuestra sociedad la política es básicamente política mediática. Que el mensaje político es necesariamente un mensaje mediático, y el más poderoso de todos ellos consiste en un mensaje sencillo adjunto a una imagen. En política, el mensaje más sencillo es un rostro humano. Así, el líder se convierte en el producto que contiene todas las excelencias que desea el votante-consumidor. Y, por la misma razón, la destrucción de la credibilidad y de las excelencias del líder son las armas políticas más utilizadas por sus adversarios.

     Esto implica que todo el que quiera participar en el mercado electoral necesita hacer buen acopio de información comprometida para el adversario; información relativa a su vida personal, familiar, escándalos, corrupciones y corruptelas que puedan deteriorar su imagen. Implica que hay que costear los cuantiosos gastos que cuesta adquirir esta información. Implica que para hacer frente a estos gastos, y con independencia de la moralidad individual, se puede llegar a diversos grados de corrupción en nombre del bien del partido. Así, concluye Castells, la política mediática y la política de la personalidad conducen a la política del escándalo.

     Parece como si hubiera un engranaje político del que es imposible zafarse, pero no es así. Los políticos deberíamos tomar conciencia de que somos la sal de la tierra: si se vuelve sosa, ¿con qué se salará? (Mt 5,13). Durante mucho tiempo, la creencia de que no podíamos dejar que la sal perdiera su propiedad nos ha movido a conservar el sentido y la profundidad de las cosas, porque, para Jesús, ser sal significa tomar unas opciones concretas: elegir ser pobre, estar dispuesto a sufrir por el otro, padecer hambre y sed de justicia, prestar ayuda, ser limpio de corazón, trabajar por la paz… (Mt. 5, 1-11).

     Esta preocupación desapareció cuando la pregunta tuvo otra respuesta: si la sal se vuelve sosa, ¡cómprate otro kilo, imbécil! La carcajada del auditorio avaló la supuesta genialidad de la ocurrencia y evitó el penoso (exige pensar) y necesario trabajo de analizar el contenido de la respuesta: la sal del nuevo paquete también será sosa y la pregunta seguirá interpelándonos.

     Si la política se vuelve sosa, si pierde su sentido y profundidad, si aparece más como una actividad de truhanes y malhechores que de personas vocacionadas al servicio y a la noble entrega a un ideal que busca el bien común, entonces no podemos comprar otro kilo, más bien todo el entramado social y humano se viene abajo, porque la actividad política es la sustancia de lo humano, de la sociabilidad humana, del saberse agradecido y deudor del entramado de redes sociales y personales que forman parte de nuestro yo.

     Si ese entramado de redes sociales y personales está sometido por la corrupción, nuestro yo también lo estará en la medida que participemos en él o el silencio sea nuestra respuesta. Sólo podemos recuperar nuestra humanidad luchando por restablecer el verdadero sentido de la política y de las cosas.

      Entramos en un largo periodo de campañas electorales, que se van a desarrollar en un contexto presidido por el sufrimiento de muchas personas y muchas familias. Muchos trabajadores han perdido su empleo; muchos han perdido su casa; otros, han entrado en el pozo de la pobreza; y los que ya eran pobres han perdido toda esperanza de salir de su situación. Estas personas esperan y necesitan escuchar que los políticos hemos elegido ser pobres con ellos, que estamos dispuestos a sufrir por ellos, a padecer hambre y sed de justicia, a prestarles ayuda, a construir la paz y a ser honrados. Esta es la política del escándalo que están esperando.

(1) «Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red».

 


 

 

La encrucijada de los sindicatos ¿el mayor bien para el mayor número?

     La reforma laboral sigue su proceso dispuesta a producir una segunda «gran transformación» de nuestras condiciones de vida y trabajo y del modelo social que hemos vivido. Las consecuencias se verán a medio y largo plazo, pero la semilla ya se ha plantado y arraigado. Estamos, por tanto, en un momento muy importante que los sindicatos deben valorar con sumo cuidado porque se están jugando su futuro y el de los trabajadores.

     En la década de los setenta, los sindicatos mayoritarios tomaron la opción de considerar al sistema capitalista como el único viable y de concretar la acción sindical en la mejora de las condiciones de trabajo del mayor número de trabajadores a través de la negociación colectiva. Sin tener plena conciencia de ello se adoptó un viejo principio liberal: «el mayor bien para el mayor número», pero este principio es profundamente insolidario y falso, porque el mayor bien de unos sólo puede conseguirse con el menor bien de otros: los pobres. Además, suponía una renuncia a la tradición de la lucha obrera que había buscado «el bien posible para todos». El resultado ha sido un mundo obrero y del trabajo fragmentado y precarizado y unas organizaciones sindicales muy tecnificadas, burocratizadas y alejadas de los sectores más pobres y débiles del mundo obrero. Por ello, algunos han cuestionado que se haya realizado una Huelga General por la reforma laboral cuando no se ha hecho por solidaridad con los nueve millones de pobres.

     Esta opción implicó otra de mayor calado: la sustitución del militante por el técnico. El militante tenía y vivía un proyecto humanizador y era un «apóstol» del mismo. No buscaba sólo mejores condiciones de trabajo y vida, buscaba otro modelo de persona y de sociedad que él ya vivía y testimoniaba. Muchos militantes han permanecido, pero ello no ha impedido la ruptura entre ser y hacer, entre vida y praxis, que ha desembocado en la escisión de «cuadros» profesionalizados y base obrera.

     Ahora, cuando «los mercados» han dado jaque mate a la socialdemocracia y el gobierno defiende justamente lo contrario que defendía hace unos meses, sin que nadie dimita, y tratándonos a todos como si fuésemos analfabetos integrales, los sindicatos se han quedado sin proyecto y tienen dos salidas: secundar las tesis del gobierno y repetir sus argumentos, u oponerse y plantear una alternativa. Lo que no pueden hacer es oponerse y no plantear una alternativa.

     El dilema que nos encontramos es: la subordinación de la persona, la familia, la moral, la ética, la política, la democracia, el derecho… al mercado, o la subordinación del mercado a todo ello. El indicador clave de este proceso son los pobres, los que en estos años de abundancia han quedado atrás como denuncia viva de que su futuro no está sólo en la creación de riqueza, está en la justicia. Sólo si los sindicatos se ponen al servicio de los pobres podremos estar alumbrando las respuestas que el presente nos exige para que el futuro sea otro. Porque pobres y capitalismo no pueden conciliarse, los pobres son el combustible del sistema, y como cada día funciona más rápido necesita más «combustible». Y porque a los pobres sólo se pueden acercar con credibilidad los apóstoles, no los técnicos.

     «El mayor bien para el mayor número» nos ha traído hasta aquí. «El bien posible para todos» es el camino para salir. Antes se llamaba SOLIDARIDAD.

 


Octubre de 2010

 

Comunicado de la HOAC en el

 DIA INTERNACIONAL PARA LA ERRADICACION DE LA POBREZA

 

     La pobreza se extiende por todos los países de la tierra, aunque afecta de manera mucho más amplia y aguda a los pueblos del Tercer Mundo. Necesitamos recordarnos esta realidad inhumana a quienes formamos parte del club privilegiado de los que disponemos de unas mejores condiciones de vida.

     El empobrecimiento viene creciendo al ritmo de la actual crisis económica. Como dice Ban Ki moon, Secretario G. de la ONU: «En un momento en que proliferan las crisis mundiales, los más pobres y más vulnerables reclaman especialmente nuestra atención. Sabemos que en toda recesión los primeros y peores perjudicados son los pobres”.

     A la situación indescriptible en su inhumanidad de la pobreza en el Tercer Mundo se añade la situación, también trágica, de la precariedad laboral y vital, la exclusión y marginación de quienes en nuestro mundo desarrollado pierden el trabajo, carecen de ingresos básicos, no pueden pagar la hipoteca o el alquiler de su vivienda, etc. Hay un “cuarto mundo”, muchas veces invisible, de empobrecimiento y deshumanización entre nosotros.

     La actual crisis económica es abordada por las entidades económicas internacionales y los gobiernos desde la salvaguarda prioritaria del crecimiento económico, no desde la centralidad de la satisfacción de las necesidades fundamentales de las personas y las familias. Aseguran el mantenimiento o el crecimiento económico y recortan gastos sociales y derechos laborales. ...

 

Leer comunicado completo: 

 


7 OCT: Jornada Mundial por el Trabajo Decente

   

 

 


   

¡¡ 29 de septiembre: huelga general !

     Los sindicatos nos han convocado a todos los trabajadores a una huelga general para el próximo 29 de septiembre. El motivo, la reforma laboral realizada por el gobierno socialista bajo el pretexto de hacer más competitiva nuestra economía, generar más oportunidades de empleo y eliminar la dualidad existente entre los trabajadores precarios y los que tienen condiciones de trabajo más estables. 

    La HOAC hemos publicado nuestra opinión sobre esta reforma con el título “Reforma laboral y cambio de modelo de organización social” (1). En ella insistimos en la preocupación que venimos manifestando en nuestra línea editorial. 

     ... “lo que puede ofrecer una reforma como ésta es lo mismo que produjeron las anteriores, en España y en todos los países en las que se ha llevado a cabo: mano de obra más barata y más dócil, puestos de trabajo más precarios y mejores facilidades para obtener beneficios …” 

     ... lo que el gobierno socialista está haciendo es subordinarse, y subordinar-nos, a los intereses del capitalismo más duro. Lo que pretende es cambiar radicalmente la relación entre trabajo y capital subordinando de manera absoluta el primero al segundo. 

     En esta nueva situación, los sindicatos van a ser más necesarios que nunca a condición de que afronten grandes cambios y profundas transformaciones en su organización, objetivos y estrategias. Su futuro va a depender de que los trabajadores más pobres sean su núcleo, fundamento y orientación, y de que desde ellos se planteen la solidaridad con todos los pobres del mundo. 

 

Editoral Noticias Obreras nº 1.512

(1)  "Reforma laboral y cambio de modelo de organización social"

 

 


 

Nace la

ASOCIACIÓN DE VÍCTIMAS DE ACCIDENTES Y ENFERMEDADES LABORALES DE ANDALUCÍA (AVAELA)

 

     El pasado sábado día 5 de Junio, en el colegio de los Salesianos de Antequera, se dieron cita casi medio centenar de personas para formalizar la constitución de esta asociación sin ánimo de lucro, cuya finalidad es la de amparar a las personas víctimas y a los familiares de víctimas de accidentes y enfermedades laborales de Andalucía y de trabajar en cuantas iniciativas sean precisas en pro de la erradicación de esta pertinaz lacra social.

     Fue un acontecimiento gozoso, un signo de esperanza para quienes en nuestra tierra estamos empeñados en restaurar la plena dignidad de los trabajadores y de sus familias.

     Una vez cumplido el trámite constituyente  se designo de entre los socios fundadores la gestora que habrá de completar  las  formalidades precisas hasta conseguir la inscripción definitiva de la nueva entidad en el Registro de Asociaciones de la Junta de Andalucía.

 

Saludo del Arzobispo de Sevilla

 

Saludo del Defensor del Pueblo Andaluz

 

Álbum de fotos del acto

 

Ver Artículo en Noticias Obrera nº 1507

 


 

 

En conmemoración del

DIA MUNDIAL de la SEGURIDAD y la SALUD en el TRABAJO - 2010

Comunicado de la Hoac de Córdoba

Mociones promovidas por la Hoac y aprobadas por:

 

por la Diputación de Córdoba

por el Ayuntamiento de Córdoba, Puente Genil y Cabra

por el Ayuntamiento de Jaén y Linares

   
 

 

 

 

COMUNICADO DE LA JOC, HOAC Y MTC   

   COMUNICADO DEL MMTC